sábado, 23 de abril de 2016

¿Y ahora que comemos?



Sí, estamos en Francia, el icono de la gastronomía, el país de las "delicatesen" como la mostaza de Dijon y el queso Roquefort, además un país en el que una Nutella cuesta menos que un six pack de cerveza... Pero... eso no pega con Arepa! Uno lee chistes sobre los venezolanos y su obsesión con la arepa y uno se ríe, pero es completamente cierto y es una pesadilla.
Arepas
Cuando armamos nuestras maletas nos trajimos 4kg de harina de maíz, 1 caja de Toronto y otra de Pirulin, y esas eran las provisiones gourmet en nuestra casa. Es tan importante la arepa para nosotros que en nuestros picnics hacíamos varias para que nuestros amigos de otros países las probaran. Pero a pesar de todo, siempre teniendo las mismas quejas, con que nos comemos esto si en la extensa variedad de quesos franceses, lo más familiar que hay es el queso de cabra??? Como se come uno un perro caliente con mostaza de Dijon??? Porque las mayonesas también tienen mostaza de Dijon???
Estábamos tan acostumbrados a nuestra cultura, a nuestro entorno, que no pensábamos en lo difícil que es recrear los mismos sabores, olores y sonidos desde afuera.
Pasamos meses buscando los sabores de nuestro país en vano, haciendo cachapas con maíz de lata, rindiendo la harina, hasta que ya simplemente sacamos algunas cosas de nuestra dieta (como el mango, que en Venezuela se cae de las matas y aquí es más caro que dos kilos de manzana).

Pero lo peor de todo es sentir que te quejas de no tener un quesito llanero, cuando en tu país tu familia hace colas de todo un día para no tener la opción de elegir, sino simplemente comprar lo que llegó... y cuando piensas mucho en eso caes en un pozo sin fondo. Desde hace unos meses he estado muy preocupada por la situación de Venezuela, es que resulta que cuando te vas crees que lo más duro será extrañar a tu familia y amigos, pero ese no es mi caso, obviamente los extraño y me duele el alma cuando pienso en que tengo más de un año sin verlos, pero lo más difícil es saber la situación por la que ellos están pasando. No hay un día en que no me entere de una mala noticia de mi país, no hay una semana en la que cuando llamo a mis padres o no están en casa porque ese día les toca comprar comida, o se cae la llamada a mitad de la conversación porque se va la luz... no hay un mes en el que no haya leído que robaron o mataron a alguien.

La preocupación me fue comiendo y llegué al momento en que no me podía levantar en las mañanas porque había pasado la noche en vela pensando en Venezuela... Mi yo optimista, alegre, que baila y canta en todos lados, estaba perdiendo la batalla contra mi yo emigrante y cada vez se hacía más difícil todo... Pero me ha tocado pasar unas cuantas pruebas que me han hechon despertar y empezar a echarle la mano a esa parte feliz y agradecida que siempre he defendido y este post es mi forma de celebrarlo.

Venezuela está y estará en mis pensamientos todos los días, escucho canciones de amor y se las quiero dedicar todas a ella, pienso en el tatuaje que me quiero hacer y siempre termina estando relacionado con ella, sueño cosas felices y siempre son allá, pero no puedo hacer nada para ayudarla... no se deja ayudar. Así que como dicen por ahí "Si tienes un problema que no tiene solución, ¿para qué te preocupas? Y si tiene solución, ¿para qué te preocupas?".


sábado, 26 de marzo de 2016

Nuestros primeros meses

Finalmente llegó el día, luego de horas y horas de vuelo llegamos a París! Y después de varios minutos de indecisión, inseguridad, miedo, tomamos el taxi -utilizando el mejor francés que podíamos y que nos delataba como aprendices- y nos fuimos a casa de quienes ahora considero mi familia en Francia.
Cuando compramos nuestros boletos a París, no conocíamos a nadie en esa ciudad, y durante los últimos días en Venezuela, una amiga nos ofreció ponernos en contacto con uno de sus amigos que casualmente vive allí, y así hicimos, hablamos con él por Facebook, le pedimos tips y al final nos ofreció recibirnos en su casa... Con algo de miedo y pena aceptamos, y llegamos hasta la puerta de su apartamento con todas nuestras maletas, sin saber cómo iba a salir todo... Pero sin pensarlo, apenas nos vimos, ¡nos hicimos amigos! Ellos son ese angelito bueno y malo que vemos en los hombros de los personajes de comiquitas.
Estuvimos pocos días en París, y nos dedicamos a conocer todo lo que podíamos y a recopilar datos útiles para nuestra nueva vida y de allí tomamos un tren de alta velocidad a Annecy, nuestra nueva ciudad. Y aunque estábamos felices y con muchas expectativas sobre el lugar en el que viviríamos, ¡nuestro primer encuentro fue una catástrofe!
Llegamos a la estación del tren, y siguiendo las indicaciones que habíamos recibido por correo, no tomamos un taxi porque el apartamento estaba a pocos metros -y además se trataba de una calle peatonal, en donde no transitan vehículos- en Google Maps parecía muy fácil, pero no decía que las calles eran de piedras y allí era imposible rodar las maletas, que había un mercado en toda la calle que debíamos atravesar, que llovería y habría una temperatura menor a los 10°C y por si fuera poco que el apartamento estaba en el tercer piso de un edificio sin ascensor... Pues sí, así nos recibió Annecy, pero a pesar de eso, ya el segundo día nos empezó a mostrar las razones para amarla.

Nuestro primer día de clases fue un poco raro, llegamos al salón de clases y todos se conocían de los niveles anteriores, todos hablaban francés entre ellos, mientras que nosotros no lográbamos decir una frase sin pena, pero en menos de una semana todo mejoró enormemente y comenzamos a vivir en este entorno multicultural sobre el que no habíamos pensado mientras planificábamos venir a Francia. 

Desde el primer día empezamos a ver con asombro lo diferente de la vida en estos dos países, ya manejar bicicleta en la ciudad no era algo que se veía raramente ni mucho menos algo reservado para los más jóvenes, empezamos a ver a personas de 80 años desplazándose en bicicleta, a diario veíamos a niños ir en monopatín y sin uniforme a la escuela, en los supermercados nadie te sellaba la factura al salir (sin hablar del abastecimiento), y sobretodo ya prácticamente nadie hablaba español en la calle.
Un día con mucha tristeza recordé como en Caracas me quedaba sorprendida cuando pasaba alguien al lado que no hablaba español, mientras que aquí lo raro es pasar todo un día sin ver a algún extranjero, sin escuchar alguien hablando inglés, sueco, mandarín, etc. 

Pero ese sentimiento se me pasó obligatoriamente, porque con nuestros nuevos amigos nos acostumbramos a eso, estábamos entre españoles, estadounidenses, suecos, japoneses, colombianos, etc. Lo mejor de esos meses fue eso, comenzar a tener contacto con tantas culturas y confirmar que podemos tener mucho en común incluso cuando venimos del otro lado del mundo.

Fue una sorpresa ver como para algunos, estar rodeados de extranjeros es algo común. Sé que Venezuela en algún momento fue así (por eso todos conocemos al menos algún hijo de portugués o Italiano) de lo que no estoy segura, es de que se repita pronto. 


*** Français ***

Ça y est ! Après des heures de vol on est arrivées à Paris! Et après des minutes d'indécision, insécurité, peur, on a pris un taxi -en utilisant le meilleur français possible, ce qui on mettait en évidence comme débutants- et on est allés chez qui aujourd'hui c'est comme notre famille en France.

Quand on a acheté les billets à Paris, on ne connaissait personne là-bas et pendant les derniers jours au Vénézuela, une amie nous a parlé d’un de ces amis qui habite à Paris et on a entré en contact avec lui. Après avoir parlé de nos projets et avoir reçu ses conseils, il nous a offert de rester chez lui… On avait peur et honte, mais on a accepté et on est arrivé jusqu’à la porte avec toutes les valises… Mais sans y réfléchir, une fois on s’est vu, on est devenu amis ! Ils sont l’ange bon et mauvais qu’on voit sur les épaules des personnages des cartoons.

Notre séjour était trop court, donc nous nous avions consacré à tout connaitre et à avoir tous les infos nécessaires pour notre nouvelle vie. À la fin, nous avons pris un TGV jusqu’à Annecy, notre nouvelle ville ! Et même si nous étions contents et avec des expectatifs, notre premier jour c’était une catastrophe ! Nous sommes arrivés à la gare et suite aux indications que nous avions reçues par email, nous n’avons pas pris un taxi car l’appartement n’était pas loin – et il s’agissait d’une rue piétonnière – et il semblait facile selon Google Maps, mais là on ne disait pas que c’était une rue pavée où les valises ne roulent pas, ou qu’il y avait un petit marché au milieu de la rue, qu’il pleuvrait et qu’il ferait moins de 10°C, et en plus que l’appartement était au troisième étage d’un bâtiment sans ascenseur… Bon, c’est comme ça qu’Annecy nous a reçus, mais malgré tout, le deuxième jour elle nous a montré des raisons pour l’adorer.

Notre premier jour à l’école c’était un peu bizarre, on est arrivé à la salle et tous se connaissaient des niveaux antérieures, tout le monde parlait français entre eux, et nous n’étions pas capables de dire une phrase sans honte, mais en moins d’une semaine tout était mieux et nous avons commencé vivre dans une ambiance multiculturelle sur laquelle nous n’avions pas réfléchi en planifiant notre séjour en France.

Depuis le premier jour on a commencé à voir au grand étonnement, les différences entre la vie aux deux pays, maintenant faire du vélo au milieu de la ville n’était plus une chose bizarre, et n’était réservé aux plus jeunes non plus, on voyait des gens de 80 ans au vélo, chaque jour on voyait des enfants avec une trottinette et sans uniforme pour se rendre à l’école, dans les supermarchés personne tamponnait la facture à la sortie (sans parler de l’approvisionnement), et surtout, personne parlait espagnol.

Un jour, avec un peu de tristesse je me suis souvenu des moments à Caracas quand quelqu’un dans la rue ne parlait pas espagnol, et c’était surprenant, maintenant ici c’est rare de ne pas entendre un autre lange pendant une journée. Mais j’ai oublié ce sentiment car avec nos amies nous y avions habitués, nous étions toujours entre espagnoles, américains, suédois, japonais, colombiens, etc… C’était la partie la plus amusante de ces mois, commencer à prendre contact avec plusieurs cultures et confirmer qu’on peut avoir beaucoup des choses en commun même si on vient de l’autre côté du monde.

C’était surprenant voir comment pour quelques-uns, être entourés par des étrangères est quelque chose de quotidienne. Je sais que Vénézuela c’était comme ça (voilà pourquoi on connait tous un fils d’italiens ou português), mais je ne suis pas sure si cela reviendra bientôt.